Arte: Escher retratando el infinito

style="float: right; margin-bottom: 10px; font-weight: 600;"Sat 1st Nov, 2014

El 17 de junio de 1898, nace en Leenwarden (Países Bajos) M.C. Escher, hijo de un ingeniero hidraúlico. Escher no fue un buen estudiante, sí es cierto, se aplicaba en las clases de dibujo, y aprendió con bastante facilidad la técnica de grabados en linóleo, y a realizar otros sobre madera. También generalmente -por encargo- realizó esculturas, que se encuentran en colecciones privadas.
Sus viajes a Italia fueron recurrentes a partir de 1922, adonde muchas veces se escapaba, aun sin medios. Allí conoció a su mujer, y fue donde permaneció largas temporadas con su familia, hasta que el ambiente enrarecido de Italia en 1935, que ya daba los primeros síntomas de lo que sería la II Guerra Mundial (1939-1945), le obligó a emigrar a Suiza, país que fue poco inspirador para él, y cuyo clima rechazaba.
A esa época pertenece la primera fase de su obra, cuando pintaba pueblecitos con encanto del sur de Italia, cuadros que son difíciles de clasificar dentro del etiquetado del arte, pero que contienen una frescura e ingenuidad, que aunque más tarde desembocarían en sus figuras imaginarias, mantiene en la temática de sus grabados.
M.C. Escher también visitó en España en dos oportunidades la Alhambra de Granada -que le hechizó para siempre- en cuyos azulejos moriscos se inspiró para otros grabados que realizó posteriormente. También quedó fascinado con la Mezquita de Córdoba, cuyas interminables columnas se ven representadas, aunque -caprichosamente- por medio de geometrías inverosímiles, en múltiples trabajos.
Después de su permanencia en Suiza, se instala en Bélgica, y 4 años más tarde en 1941 regresa definitivamente a Holanda para vivir en un pueblo pequeño -Baarn- a pocos km. de Amsterdam.

Cómo representar el infinito
La cinta de Moebius llamada así por su descubridor Federic Möbius, es simplemente un cinta, generalmente de papel, en la cual uno de sus lados está girado, con esto se consigue obtener un sólo lado, sin presentar intersecciones, por lo que se le atribuye el símbolo de la eternidad -lo que no tiene fin ni principio-. Guarda cierta analogía con un 8 tumbado, que ya desde tiempos pretéritos, según la numerología y otras ramas iniciáticas, se ha identificado con el símbolo de lo eterno.
En 1959 Escher expresa en un artículo su idea del infinito:
El Vacío: "Nos resulta imposible imaginar que más allá de las estrellas más lejanas que vemos en el firmamento, el espacio se acaba, que tiene un límite más allá del cual no hay nada. El término vacío todavía nos dice algo, puesto que un espacio determinado puede estar vacío, por lo menos en nuestra imaginación, pero no estamos en condiciones de imaginar algo que estuviese vacío, en el sentido de que el espacio deja de existir".
Su propia historia y la gran cantidad de obstáculos que encontró a lo largo de su vida, quedaron relegados a un segundo plano. Es así, que sus grabados plasman su verdadera preocupación: cómo representar una superficie tridemensional en un papel que tiene dos dimensiones.
Escher no tuvo una vida fácil, a pesar de su talento. Su familia no apostaba por sus trabajos. Había abandonado los estudios de arquitectura, y no conseguía vivir de sus grabados. Los críticos de arte lo situaban, paradójicamente, fuera del arte; al no encontrar clasificación para su estilo. Su carácter introvertido tampoco ayudó a una carrera, que llevaba con muchos altibajos; de esa época nos ha dejado algunos autorretratos y uno de sus grabados favoritos: Galería de arte.

Ascenso y declive
A mitad del siglo XX, cuando Escher ya tenía más de 50 años, algo cambió; pudo por fin vivir de su trabajo haciendo copias de sus litografías, tanto que llamará a su taller "máquina de fabricar billetes" por la facilidad con la que podía hacer innumerables copias de sus dibujos, trabajo que hacía de forma simultánea, con grabados en madera y esculturas por encargo, además de diseños para sellos de correos, y portadas de libros, pero sobre todo su trabajo se centraba en inauditas perspectivas y metamorfosis.
De esa última época pertenecen Ascenso y descenso (1960) y otros trabajos que él denominó Cuadros lógicos.
En 1962 su salud se vio deteriorada, entonces su producción fue debilitándose hasta que en 1969 realizó su último trabajo -Serpientes- trabajo de gran precisión, que realizó ya con más de 70 años. Los dos últimos años de su vida transcurrieron en la Casa Rosa Spier de Laren, al norte de Holanda, un lugar de retiro para artistas, donde podían contar con su propio estudio. M.C. Escher murió a los 74 años.

Asombrarse es la esencia de la vida
Su trabajo consistente en litografías -unas 400- y 2.000 grabados, sigue creando adeptos. Gran parte de su obra puede ser admirada en el museo Escher en La Haya (Holanda).
Escher no ha tenido demasiados seguidores en el arte contemporáneo, quizás Érik Desmazières, pueda considerarse -todavía hoy- su más cercano discípulo que todavía vive en París. Para llegar al arte de Escher -tan fuera de las denominaciones habituales- habría que mirar su obra, desde la perspectiva de una mirada nueva. Como él se definió: "Yo no he crecido, en mí está el pequeño niño de mi infancia."
Las figuras improbables, imaginarias y alucinantes se quedarán, mientras Escher - tal vez - pueda flotar en mundos tan irreales, como matemáticos.


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